viernes, 25 de marzo de 2016

Francisco Javier Gil: “Yo llegué al ranking por una razón evangélica”.


El director de la Cátedra UNESCO-USACH de Inclusión en la Educación Superior nos recibió para conversar sobre las implicancias políticas de su fe cristiana, el fondo que da sentido a su trabajo.

Las oficinas del Programa de Acceso Inclusivo, Equidad y Permanencia (PAIEP) de la Universidad de Santiago están llenas de tutores reforzando materias para los estudiantes de todas las carreras de la universidad. PAIEP no solo presta apoyo académico a través de las tutorías, sino también realiza talleres de técnicas de estudio, vocacionales y psicoeducativos, entre otros servicios gratuitos a los estudiantes.

Encontramos a Francisco Javier Gil en un rincón del segundo piso de las oficinas de PAIEP, en un pequeño escritorio repleto de documentos. Nos pide un segundo, nos ofrece disculpas por no tener una oficina propia donde atendernos, saluda a medio mundo, nos regala un calendario PAIEP 2016, nos ofrece un café. Habla pausado y con voz baja, no como imaginábamos al director de la Cátedra UNESCO-USACH de Inclusión en la Educación Superior, Doctor en Química de la Universidad Complutense de Madrid, ex rector de la Universidad Católica Silva Henríquez e investigador responsable de más de 10 proyectos FONDECYT desde 1984 a la fecha.

En los últimos años, Francisco Javier Gil ha sido entrevistado en diversos medios debido a su hijo insigne, el controversial “ranking de notas”. El objeto de esta entrevista, sin embargo, no es ése. “Les agradezco esta conversa, porque me están preguntando cosas que normalmente nadie me pregunta y que yo creo son necesarias”, nos dice.

Francisco Javier Gil Llambias es diácono permanente de la Iglesia Católica. Una pequeña cruz brilla en su camisa. Pero, nos advierte,
“tengo que hacer un preámbulo. Yo tuve la responsabilidad de presidir la Comisión de Reconciliación de la Universidad de Santiago de Chile. Esta Comisión, cuando terminó la dictadura, investigó todo el atropello a los derechos humanos que sucedieron acá en la universidad. Ahí hubo un quiebre muy fuerte en mi vida porque es tremendo. Yo no tenía respuestas para decirle a los papás de los detenidos desaparecidos. En ese proceso entonces fui encontrándome con Dios porque en el fondo yo tenía que entregarles paz, consuelo, pero de adónde me alimentaba para entregarles eso”.
Sus primeras aproximaciones con la fe cristiana, para brindar algún consuelo a los familiares de las víctimas de los detenidos desaparecidos, le fueron insuficientes.
“Yo soy un intelectual, soy un químico, necesitaba estudiar más, ilustrarme más”, afirma. Sin embargo, no fueron solo motivaciones intelectuales las que le estimularon a comprometerse de manera más institucional con la fe católica. El ministerio de diácono permanente de la Iglesia Católica, restaurado gracias al Concilio Vaticano II, fue asumido: “por conveniencia también, lo digo fríamente. Me convenía en un país como Chile donde el poder está en manos de católicos que no hacen nada, o muy poquito, para que este país funcione mejor. Entonces yo les puedo encarar en un lenguaje católico. Mucha gente que tiene mucho poder económico es católica. Cristo no nació de Plaza Italia para arriba, nació entre medio del pueblo, nació desde la sencillez, del sentir del pueblo, no estaba entre los círculos de poder y por eso lo mataron también. Para ellos es desagradable que sea un diácono el que les diga eso y a mí me gusta ser desagradable cuando una persona está equivocada”.
Una pasión es una pasión. Esto es ineludible. Francisco Javier Gil nos arrastra, suavemente, hacia su pasión: la inclusión, la equidad, el ranking de notas. Nos deslizamos, pues, sin perder el horizonte:
“Yo llegué a meterme en el mundo del ranking y todo esto por una razón evangélica. El tema del ranking viene por esto: nadie le puede quitar la vida a nadie, pero cuál es la diferencia entre quitarle la vida a alguien y quitarle su proyecto de vida a alguien, cortarle las alas y que la pobreza no permita que se puede desarrollar como persona, en plenitud. El ser humano es un potencial de muchas cosas. Podríamos usar la parábola de los talentos: los talentos Dios los distribuyó por igual entre ricos y pobres, todas las etnias y todas las culturas. Acá en la universidad yo no digo Dios, pero en mi fuero interno es Dios quien los regala”. Insiste y dispara: “cuando un niño y un joven no puede desarrollar sus talentos porque la estructura social es muy injusta, todos tenemos responsabilidad. Y cuando fuiste rector de la Católica, más responsabilidad y cuando fuiste presidente de la República, más responsabilidad. O cuando yo que soy un investigador universitario que no tengo nada que perder y si no grito y pataleo me van a pedir cuenta, me dirán: tenías todo para patalear y gritar y no hiciste nada mientras los cabros estaban golpeando las puertas de la Universidad y no los dejaban entrar”.
“Hoy día salió una carta en contra mía en El Mercurio”, nos dice, tranquilo. A pesar de la suavidad de su tono, Francisco Javier Gil logra transmitir el sentido de urgencia de su misión. Es su fe en una convicción fundamental (“todos los talentos están democráticamente distribuidos en toda la población, entre ricos y pobres, en todas las etnias y en todas las culturas”) la que le permite encarar la aguda oposición a sus ideas. Esta urgencia fue evidente cuando, al volver a las oficinas de PAIEP, tres o cuatro personas se le acercaron rápidamente para saludarle, hacerle preguntas o informarle de logros obtenidos por los diferentes equipos de PAIEP. Escucha atento, responde con calma, sonríe.

No hay comentarios: