jueves, 5 de febrero de 2015

20° La Iglesia... ¡Conclusión!


Hablar de la esencia de la Iglesia es una cuestión sin fin, pero creo haber abarcado las principales ilustraciones bíblicas. Creo que es trabajando nuestra identidad como discípulos de Cristo que lograremos vivir más plenamente la unidad de la Iglesia. Aquí yo he presentado mi interpretación personal de las cosas, sabiendo que no todo es esencial y que en muchas cosas no habrá acuerdo, pero estando de acuerdo con la centralidad de Cristo y el Evangelio podemos trabajar juntos sin problema. Anhelo con fuerza lograr la unidad visible de la Iglesia, que no será perfecta hasta la plena instauración del Reino, pero que de todas formas podemos visibilizar hoy. Esta unidad visible no es una institucional, la cual puede corromper fácilmente el Evangelio, especialmente si designamos a un “pastor universal” entre nosotros, siendo que Cristo es nuestro pastor universal. La unidad visible se logra en el trabajo conjunto por la misión evangélica y por la paz, así como en la celebración conjunta de nuestra Pascua, la Santa Cena.

Sin agregar mucho, pues ya he escrito harto, agrego un compilado final señalando de forma corta y simple lo esencial para mí.

La Iglesia es la comunión de los hermanos en la fe. La Iglesia no es una institución ni un club que ofrece servicios religiosos, sino que somos cada uno de nosotros unidos por el Espíritu Santo, que nos convierte en una nueva criatura. Lo que da sentido a nuestro existir es ser responsables de la misión evangélica. La Iglesia se ha de entender, principalmente, como un camino de discipulado que inicia con el bautismo y que caminamos como iguales junto a todos los cristianos del mundo. Como dijo Bonhoeffer: “una vida comunitaria bajo la Palabra se mantendrá saludable solo si no se forma como un movimiento, orden, club o collegium pietatis, sino que concibiéndose a sí misma como parte de la única, santa, universal Iglesia cristiana, trabajando y doliéndose por la necesidad, la lucha y las promesas de la Iglesia en su totalidad"[1]. El sentido de la salvación es aquella comunión que será plena en el Reino de Dios. Comunión primeramente con Él y luego con los hermanos y la creación toda. La salvación es por Gracia, no por obras, pero esa Gracia es justamente que Dios nos regala hoy la vida de comunión, caracterizada por sus frutos de amor, fundamentada en la proclamación comunitaria del Evangelio de Cristo contenido en la Biblia y en la celebración de la Santa Cena. La Iglesia es una familia y nosotros no elegimos a nuestros hermanos, sino que es nuestro Padre quien nos ha unido incondicionalmente los unos a los otros. Lamentablemente, como la mayoría de las familias, la Iglesia es disfuncional, pero citando de nuevo a mi teólogo favorito: “La fraternidad cristiana no es un ideal a realizar sino una realidad creada por Dios en Cristo, de la que él nos permite participar."[2]

La Iglesia es el anticipo de aquella comunión perfecta que tendremos en el reino de los cielos, y es el más excelente sacramento. Somos cuerpo de Cristo, bañados en su sangre, y hemos de partirnos y entregarnos al mundo entero. Como dice aquel himno de M. Bazán: “La Iglesia es Cristo en el mundo, pueblo de Dios puesto en marcha…”.

Como ilustración gráfica de mi resumen confeccioné la siguiente imagen. La confeccioné de forma bien poco profesional y dudando si acaso logré plasmar lo que quería, pero … está bonita, ¿no?


Con el pan y el vino no quiero otra cosa que representar a la Iglesia, que es el gran sacramento, el cuerpo de Cristo, bañado en su sangre, que se parte y entrega al mundo entero. La Iglesia comparte bajo un mismo techo, pues es una familia, y está cimentada en la Palabra de Dios, que es Cristo (ilustrado con la Biblia). La Biblia es el fundamento de la Iglesia, pero no apegándose a la letra o la literalidad, sino que cultivando a partir de ella al Espíritu Santo (ilustrado con la paloma de la paz) y el Evangelio (ilustrado con la rosa de Lutero). El Espíritu y el Evangelio son lo que unen a la Iglesia y la hacen ser tal. El centro del Evangelio es la cruz de Cristo. Quien tenga la cruz de Cristo en el corazón vive por Gracia una vida de santificación y gozo, anticipo del gozo eterno del Reino de los cielos.

Cristo está en todo. La Biblia es testimonio de Cristo, que es la Palabra de Dios. El Espíritu es el de Cristo. El Evangelio es de Cristo. La comunidad de creyentes es Cristo en el mundo. Como dice la liturgia: “por Él, con Él, en Él” (Rom.11:36).

¡Siempre muy atento a la retroalimentación, para seguir construyendo juntos nuestra identidad! Los dejo con un abrazo fraternal, pidiendo a Dios que nos ayude a ser fieles a nuestro llamado, a nuestra vocación. Amén.



[1] “Vida en Comunidad” Dietrich Bonhoeffer, Ediciones Sígueme. Pág.29
[2] “Vida en Comunidad” Dietrich Bonhoeffer, Ediciones Sígueme. Pág.22

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