viernes, 1 de agosto de 2014

14° La Iglesia: obreros y mayordomos del Señor


Aquí quiero profundizar en algo ya mencionado en la entrada anterior, en que hablamos de la Iglesia en términos agrícolas. Hice referencia a pasajes donde la Iglesia es un campo de trigo o una viña, pero al mismo tiempo se habla de la Iglesia como labradora u obrera de este campo o viña, así como otros oficios. El concepto de hijo de Dios como obrero tiene mucha relación a lo tratado en la entrada 8°, en la que decía que conforme a la misión evangélica hemos de reconocer a Cristo como Señor y Maestro. O sea, que somos sus siervos y discípulos y trabajamos en su misión. En la entrada 9° se habla de la Iglesia como ministros y embajadores de Cristo y en la 12° se hace alusión a los pastores. Todas ideas muy relacionadas a este tema, pues el concepto de obrero se relaciona especialmente con el ministerio ordenado, aunque todo cristiano ha de sentirse como obrero de su Señor y ha de trabajar en su viña, sea en lo religioso o en lo civil. También aprovecharé de presentar al cristiano como un mayordomo responsable, que siendo algo distinto sigue estando bastante relacionado. Finalmente destacaré la parábola de los obreros de la viña, porque me gusta mucho. Finalmente destacaré la parábola de los obreros de la viña, porque me gusta mucho.

Leamos 1Cor.3, que dice:
Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
(1Cor.3:4-11)
Ante la actitud sectaria dentro de la comunidad de Corinto, en que los cristianos se dividían conforme a cuál apóstol o misionero se apegaban, Pablo usa la imagen del obrero del campo y de la construcción para dar a entender que el único Señor es Dios, y que es Su Palabra la que actúa, y todos hemos de labrar juntos, crecer y sobreedificar en base a Cristo. Y en 2Tim.2 exhorta a ser un obrero aprobado, diciendo: "el labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero" (v.6), "procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad" (v.15) y "porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido" (v.24). ¡No seamos como los obreros malvados (Mc.12:1-12; Lc.20:9-19)!

Aprovechando todavía el lenguaje agrícola, podemos hacer referencia a la parábola de los talentos (Mt.25:14-30; Lc.19:11-27), según la cual hemos de rendir cuentas al Señor de lo diligentes que hemos sido, cada uno por su cuenta (Rom.14:4). El Señor le responde al siervo diligente: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor" (Mt.25:21). En cambio, había uno negligente que no se arriesgó ni trabajó los talentos o dinero dados por Él: "porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces [El Señor] le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré" (Lc:19:21-22). Esta parábola es la principal para hablar de la mayordomía, que se basa principalmente en el hecho de que todo le pertenece a Dios y nosotros no somos dueños de nada. He ahí la gran ofensa del negligente, que no quería que el Señor tomara lo que efectivamente era suyo ni que segara lo que efectivamente sembró. El trabajo y la mayordomía son características de la especie humana, viéndose en Gen.2:7-8; 1:26-30 que Dios nos creó para trabajar, administrar y cuidar de su creación, para hacernos responsables de su creación sabiendo que somos parte de ella, siendo todos parte de un todo, y que la creación no es nuestra, sino que de Él y para todos. La Ley de Moisés también se preocupa por el descanso de la tierra y los animales (Lev 25:2-7; Ex 23:10-13; Ex.20:8-11; Dt.5:12-15), dejando claro que los males de la tierra son por culpa del pecado humano (Gen.3:17-19; Os.4:1-3; Jer.14:1-6; Is.24:5-6) y que en general tenemos una conexión especial con la creación entera, que será completamente restaurada por Dios (Gen.2:7; 4:10; Rom.8:19; Ap.21:1).

La parábola de los talentos está antecedida en Lucas por el encuentro de Jesús con Zaqueo, cobrador de impuestos corrupto que se arrepiente y da sus bienes a los pobres (Lc.19:1-10), y en Mateo la parábola de los talentos está junto a la de las diez vírgenes (Mt.25:1-3), que también plantea nuestra responsabilidad ante el tiempo y bienes limitados, terminando el capítulo con el juicio de las naciones (Mt.25:31-46), señalando que el gran principio que ha de regir la administración en general es la justicia para con los necesitados.

En fin, la mayordomía es administrar con justicia y se aplica tanto a lo económico como a lo ecológico y al tiempo, a nuestros dones y a todo lo que esté bajo nuestro control, sabiendo que todo aquello pertenece realmente al Señor, que al final nos pedirá cuentas.[1]

Habiendo presentado el concepto de mayordomía, vuelvo al fin a aquella preciosa parábola, que dije que me gustaba tanto:
Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
(Mt.20:1–16)
El Reino de los Cielos no se rige como nuestros reinos, y el Evangelio siempre trastoca nuestras expectativas. En esta parábola se destaca nuevamente el señorío de El Señor, pero se destaca principalmente su justicia. Hemos de tener claro que la dádiva de Dios es gracia suya, y nos la regala sin ningún mérito nuestro. Así como en la vida de los primeros cristianos (Hch.2:45,4:35), vemos una justicia que no se basa en el mérito, sino que en la necesidad. Nuestra necesidad existencial es la comunión con nuestro Padre y nuestros hermanos, y recibimos su Santo Espíritu de vida. Al vivir conforme a aquel Espíritu, obrando bien, no debemos sentir que merecemos algo más, sino que hemos de decir: "lo que debíamos hacer, hicimos" (Lc.17:7-10). Por otra parte, el patrón va constantemente a buscar más y más obreros, preocupado de que no estén desocupados y sin sustento, pues en su viña hay más lugar. Recordamos igual cuando Jesús dijo a sus discípulos: "a la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mt.9:37-38; Lc.10:2; Jn.4:35-38).

Así, cuando el Señor se dirija a nosotros, cuando escuchemos su Palabra, respondamos con júbilo: ¡Anhelo trabajar por el Señor... y el que quiera trabajar, hallará también lugar, en la viña del Señor!



[1] Otros pasajes relacionados a la mayordomía: Lc.12:13-48, Lc.16; 1Cor.4:2; Pr.3:9; 2Cor.8:1-8

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