lunes, 14 de julio de 2014

10° La Iglesia y la Pascua


Esta y la siguiente entrada son las centrales de esta serie en torno a La Iglesia. En ésta me expresaré sobre la fiesta central de la Iglesia, que es la Pascua. ¡De ninguna forma me refiero a la Navidad (no entiendo de dónde en Chile se le suele decir pascua a la navidad), sino que hablo de la Pascua de Resurrección! En el calendario litúrgico tradicional se le da un espacio a este tema en la Semana Santa, luego del tiempo de Cuaresma. Sin embargo, más que en la Semana Santa, la celebración de la Pascua toma mayor propiedad en la Cena del Señor, Santa Cena o Eucaristía. Como he enfatizado, es la Biblia la fuente y norma de la vida eclesial, por lo que no le doy mayor importancia a cosas agregadas posteriormente a la tradición cristiana, como el calendario litúrgico, los huevos o conejos. Aquí quiero, de forma resumida, abarcar la Pascua a partir de la fiesta judía y luego en relación a la Santa Cena. También seguiré tratando la Cena en la entrada siguiente.

La palabra Pascua quiere decir "pasar por alto", "pasar de largo", "perdonar". La palabra Pascua en español, proviene del latín pascŭa, que a su vez proviene del griego πάσχα (pasja), originalmente del hebreo: Pesaj פֶּסַח. En la entrada 5° ya hice una mención a la Pascua, como la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto (Éxodo 12-14). En la noche de Pascua, antes que Israel saliera junto a Moisés por el Mar Rojo, la muerte tocaría a todos los primogénitos de Egipto. Para librarse de esta muerte, cada casa judía debía celebrar su cena de Pascua, con verduras amargas, panes sin levadura y sacrificando un cordero, cuya sangre había que poner en el marco de la puerta. "Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto" (Ex.12:13).

La Pascua debe ser confesada y transmitida, y así nos conectamos para siempre con los eventos del éxodo. Al rememorar la Pascua, revivimos el pasado y nos sentimos como si cada uno de nosotros hubiera salido de Egipto, de la esclavitud a la libertad. Recordar el éxodo es pilar de la religiosidad judía, y se establece la fiesta de Pascua como una fiesta anual (Ex.13:1-16, 34:18-26, 23:14-19; Dt.16:1-17). Cuando partimos la palabra Pesaj en dos obtenemos la frase Pe – Saj. Pe significa boca y Saj significa dice. En otras palabras, "una boca que dice". En Éx. 13:8 Dios ordenó a los hijos de Israel: "Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que El Señor hizo conmigo cuando me sacó de Egipto". Por todo esto, no es coincidencia que la cruz de Jesucristo se sitúe justamente en el marco de la Pascua.

La misma noche en que Cristo es entregado, celebra la cena de Pascua junto a sus discípulos y tiene con ellos su Última Cena (Mt.26:17-29; Mr.14:12-25; Lc.22:7-38). Aunque según Juan (Jn.13-17), la Última Cena es "antes de la fiesta de la pascua" (v.13:1), lo que diría es un arreglo narrativo para señalar que la fiesta de Pascua para nosotros sería la misma cruz de Cristo. Ya habíamos dicho que Cristo es nuestra Pascua (1Cor.5:7-8, Jn.1:29,36; Heb.9:12,10:12; Ap.7:14), Él es el cordero cuya sangre es señal para el Padre, que nos perdonará y hará pasar la muerte de nosotros, que nos hará pasar de la muerte a la vida. A través de su cruz y resurrección, a través de la fe en aquella entrega que encarna el amor de Dios, recibimos el Espíritu que nos da la vida y el ser hijos de Dios, liberados de la esclavitud. En la Última Cena, al instaurar la Cena del Señor, Cristo relaciona su propia muerte con la del cordero pascual. "Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado... Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama..." (Lc.22:19,18), hemos de tener claro que somos nosotros culpables de su muerte, y aún así muere a nuestro favor. Cristo instaura esta Cena en memoria de él y con el mismo sentido que la Pascua. Hemos de rememorarle con esta cena que expresa integralmente su Buena Nueva. Cada vez que comemos de su cuerpo y bebemos de su copa anunciamos su muerte, reconociendo nuestro pecado y la resurrección de Cristo, hasta que Él vuelva (1Co.11.23-26). Vivimos de la esperanza en el Reino de los Cielos, y que en él podremos gozar plenamente del banquete que nuestro Padre nos tiene, y a esto lo llamamos la segunda venida de Cristo, en la que juzgará los reinos de este mundo e instaurará el Reino de Dios. Así, la Cena del Señor también hace referencia a aquél banquete celestial (Mt.26:29; Mr.14:25; Lc.22:16,18) (Is.25:6-9), al que invita especialmente a todos los oprimidos por el poder de este mundo (Lc.14:7-24) y a todos los pecadores que tenemos hambre y sed de Él (Jn.7:37). Así como Él dio gracias (Lc.22:17,19), esta Cena también la hacemos como una acción de gracias al Señor, pues la liberación y banquete es una obra realizada completamente por Él y nosotros la hemos de aceptar con las manos vacías. En este sentido, el ver la Santa Cena como un sacrificio ofrecido por nosotros es contraproducente, pues el único sacrificio fue hecho por Cristo de una vez por todas en la cruz y no podemos sugerir siquiera que hemos de repetir tal asesinato, menos como una ofrenda u obra de nuestra parte.

Al decir "hagan esto en memoria de mi", no se refiere solo al ritual, sino que también nos entreguemos al mundo como Él se entregó, y así lo podremos recordar con nuestra propia experiencia de ser Iglesia enviada al otro. La entrega de Cristo, su muerte y resurrección, son la pasión de Cristo. Como tal, son la llama de nuestra fe y en torno a lo cual hemos de girar como Iglesia (Mt.27:45-28:10; Mr.15-16:8; Lc.23-24:12; Jn.19-20:10). La pasión de Cristo es el corazón de nuestro Evangelio y en ella lo vemos claramente encarnado como Palabra de Dios, como Hijo de Dios y como Salvador nuestro. Y así, viendo la Santa Cena como anuncio de tal pasión y como Palabra palpable, es la celebración central de la comunidad de creyentes. Una Iglesia centrada en la Cena del Señor, rescatando la riqueza de su significado, es una Iglesia centrada en el Evangelio.


¡Señor nuestro, ayúdanos a ver la Pascua como el centro de nuestro existir! ¡Ayúdanos a verte como un Padre que socorre y libera al oprimido, al esclavizado! ¡Que acudamos con urgencia a tu Cordero, para que nos marque con su sangre, con su Espíritu, y que como los panes de Pascua no traigamos con nosotros la levadura del mal! ¡Que recordemos y anunciemos tu entrega, y que con tu Santa Cena podamos gozar ya de aquél banquete que tendremos juntos en tu Reino! ¡Que junto a tu Santa Cena escuchemos también tu mandamiento nuevo, tu envío, y tu llamado a seguirte y a vivir confiados en tu amor y resurrección! Amén.

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