jueves, 5 de junio de 2014

7° La Iglesia: hijos de Dios y familia de Dios


Un tema relevante que todavía no he tratado es la relación filial que la Iglesia ha de tener con Dios. La Biblia dice que a través de Cristo y del bautismo somos adoptados por Dios como sus hijos (Rom.8:15; Ef.1:5; Sal.27:10), como hermanos de Jesús y por lo tanto coherederos de Su Reino (Rom.8:17; Ef.3:6; Ap.21.7). Aunque en vez de hablar de adopción, me calza más hablar de reencuentro. Pues si provenimos de Dios y criatura suya somos, somos hijos suyos y toda la creación es nuestra hermana. Solo que nos extraviamos en pecado, y por el bautismo nos dejamos reencontrar como hijos pródigos (Lc.15:11-32). Lo que debo rescatar del concepto "adopción", es que pone énfasis en Jesucristo. Pues se entiende que Él es el único hijo unigénito de Dios, o sea el único idéntico al Padre y el único primogénito con derecho propio a la herencia divina. Nosotros somos parte de esa herencia y volvemos a El Señor solo a través de Cristo.

Pero el ser hijos de Dios va mucho más allá de una herencia. Se trata principalmente de la relación íntima y estrecha que hemos de tener con Dios. El entendernos hijos de Dios, el entregarnos a él con la confianza que muestra un niño ante quienes lo cuidan, es la imagen más ilustrativa de la fe. En el Antiguo Testamento ya es usada esta figura (Ex.4:22; 2 Sam.7:14; Sal.103:13), pero es Jesucristo quien destaca esta relación filial con Dios como algo esencial. Nos lo muestra como un Padre preocupado, al cual nos podemos dirigir personalmente, contarle todo y pedirle todo lo que necesitamos. Esta es la clave de la oración, el reconocernos hijos de El Señor que dependen completamente de Él (Mt.6:9; Lc.11:2; Mt.7:7-11; Lc 11:9-12) (Lc.18:16). Tan hijos somos, que incluso podemos pelearnos con él, como toda persona pelea con sus padres en la adolescencia, y como muchos salmistas igual lo hacen. Dios quiere escucharlo todo de nosotros y quiere reencontrarse con nosotros.

Respecto a esta dependencia y cercanía es que juega gran importancia la figura de Dios como nuestra Madre. Debo enfatizar que El Señor/La Señora no tiene un género particular, y a pesar de que la tradición patriarcal hebrea haya privilegiado lo masculino de Dios, también se refiere a Él de forma femenina (Mt.23:37; Lc.13:34; Sal.131; Is.42:14; Is.66:13; Job.38:8-9; Num.11:12; Dt .32:11-12; Os.13:8). El mismo título de Dios Todopoderoso o Dios Omnipotente es una traducción del original hebreo ‘El-Shadday[1], que hace referencia al pecho materno. Cristo mismo rescata lo femenino, por ejemplo en su lamento por Jerusalén:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! (Mt.23:37; Lc.13:34)
Dios es tanto Madre como Padre. La Iglesia ve cumplida integralmente en Él/Ella toda relación de dependencia y no necesita crearle a Dios un par femenino, como hacen muchos católico-romanos con la virgen María o mucho peor, como lo hace la IDDSMM al hablar de "Dios Padre" y "Dios Madre" como dos entes separados. Dios es uno solo y es tanto Padre como Madre para nosotros.

La Iglesia es heredera del Reino de Dios y depende de Él como una niña depende de su Padre o su Madre. Pero el ser hija de Dios también significa imitarle y aprender de Él. Todo niño adora a sus padres y actúa conforme a lo que ve en ellos y conforme a sus enseñanzas (Mt.5:48,12:49-50; Ef.5:1-2; 1Pe.1:14; 1Jn.3:9,5:2). Si vemos a Dios como a un Padre, nos entregamos a Él y le adoramos, siéndole obediente y aceptando sus amonestaciones y castigos, pues queremos aprender de Él, asemejarnos a Él, sabiendo que nos ama de forma personal. Sabiendo si que somos incapaces de llegar a su perfección, nuestro Padre celestial se compadece y se acerca a través de Jesús, nuestro hermano mayor que sí ha cumplido todos los mandamiento del Padre y a quien, al ser humano como nosotros, podemos imitar más fácilmente (Rom.8:29).

Junto a lo anterior, el reconocer que la comunión de creyentes tiene en Dios un Padre en común, reconocemos también que somos una comunidad de hermanos, una comunidad de iguales. ¡En el bautismo somos hechos todos iguales (Gal 3:27-28; 1Cor.12:13; Col.3:10-11)! ¡La Iglesia es una fraternidad, una familia! El concepto "familia de Dios", "familia de la fe" o de la "casa" de Dios, es usado en pasajes como Ef.2:19,3:14-15; Gal.6:10; Heb.2:11,3:6. Junto a los creyentes tenemos un hogar. Allí donde las personas entregan sus vidas al Padre, también se entregan a sus hermanos (1Jn.4:20-21). Allí donde los hermanos se entregan unos a otros hay confianza, cariño, seguridad, apoyo mutuo, confesión mutua, amonestación mutua, así como también hay diferencias, rencillas, etc. Cada persona asume su propio rol, hay gente más comprometida que otras, hay gente con más autoridad que otras, pero hemos de recordar que todos somos hermanos y solo uno es el Señor y Maestro (unus magister omnes fratres) (Mt.23:9-12). Como en toda familia, la familia de la fe empieza a conocer sus detalles humanos, tanto lo bonito como lo no tan bonito, y así como en toda familia se van generando amistades con unos y no tanto con otros. Pero nosotros no elegimos a nuestros hermanos en la fe, como se hace con los amigos. Nuestro Padre celestial ha adoptado a los que Él estimó y debemos aceptarlos. La fe común es un vínculo que nos une incondicionalmente.

Todo cristiano ha de comprometerse con una comunidad concreta para experimentar en su vida lo que es ser Iglesia, y a aquella comunidad ha de recurrir de forma frecuente para ser parte del trabajo y vida comunitaria. El concepto antiguo de familia o casa abarcaba más allá de la familia congénita y tenía relación a todos los que formaban un núcleo social-económico, que solían ser más grandes que en la sociedad moderna, compartiendo todo tipo de actividades para ser sustentables. Así mismo, en una comunidad de hermanos en la fe se trabaja y se aprende juntos, llevando a cabo todo tipo de tareas cotidianas para mantener la casa, en especial aquellas comunidades que viven como los primeros cristianos (Hch 2:43-47,4:32-37).

¡Oh Madre celestial, qué cálido es estar juntos bajo tus alas! ¡Oh Padre celestial, llévanos de tu mano y ayúdanos a obedecer tus mandamientos! ¡Danos de tu leche espiritual! ¡Aliméntanos con tu Espíritu! ¡Escucha nuestras oraciones y consuélanos! ¡Gracias por recogernos nuevamente y recibirnos con banquete y fiesta! ¡Danos el amor para vivir como una familia fraterna y unida! ¡Ayúdanos a corresponderte y ser causa de orgullo para ti! Amén.





[1] Según comentarios de la Biblia Textual, nota especial 5: Títulos. ‘El-Shadday, traducido como Dios Todopoderoso o Dios Omnipotente. Ocurre 37 veces en el texto, mayormente en el libro de Job. El significado etimológico de este título es a la vez apasionante y conmovedor. La palabra ‘El significa el que es fuerte o poderoso. El calificativo Shadday se compone de la palabra hebrea shad = el pecho, que de manera invariable se usa con referencia al pecho femenino (Gn.49:25), y del contexto es posible inferir el pecho materno. Dios es Shadday porque Él nutre y da poder, y en un sentido más amplio, es el que satisface y se derrama a sí mismo en la vida del creyente. El niño lactante no solo encuentra en el pecho maternal calidez y sustento, sino que también refugio, satisfacción plena, quietud y descanso. De hecho, fuera del pecho materno, el niño no necesita nada. 'El-Shadday es entonces el nombre con el cual Dios se presenta como Sustentador y Fortalecedor, y nada es necesario aparte de Él. Quizá Todo-Suficiente sería la palabra que mejor lo describa, pero 'El-Shadday no solamente sustenta y fortalece, sino también hace que el creyente sea fructífero. En ninguna otra parte de la Escritura se ilustra mejor esta verdad que en el pasaje donde este nombre ocurre por vez primera (Gn.17:1-8). A un hombre de noventa y nueve años de edad, el cual estaba ya casi muerto (Heb.11:12), el Señor le dijo: Yo soy 'El-Shadday... te multiplicaré en gran manera. Más de un siglo después, el nombre 'El-Shadday es invocado por primera vez, en labios de Isaac para bendecir a su hijo Jacob (Gen.28:1-3). Pero 'El-Shadday no solo hace furctificar mediante bendiciones, sino también por medio de pruebas. De allí que Shadday sea el nombre característico de Dios en el libro de Job, donde ocurre la mayoría de registros. La mano de Shadday cae sobre Job, el mejor hombre de su tiempo, no como resultado de juicio, sino con el propósito de presentarlo ante el torbellino (Job.38.1), para que sus oídos entiendan los razonamientos de Shadday (Job.38:1-41:43), y sus ojos puedan verlo (Job.42:5). Esta breve explicación muestra cuán importante es para el lector entender las características de éste o cualquier otro apelativo del Dios de la Biblia. Es lamentable desde todo punto de vista entonces, que Shadday haya sido traducido, ya sea por Todopoderoso u Omnipotente. En realidad, su primer nombre 'El es suficiente para indicar omnipotencia. Ante éste y similares dilemas, no podemos hallar mejor solución que su transliteración.

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