sábado, 3 de mayo de 2014

3° La Iglesia y el Evangelio


Aunque seamos pecadores, como explicaba en la entrada anterior, también mencioné en la 1° entrada que a pesar de nuestras faltas, es Cristo quien nos sostiene y que estamos unidos gracias a su Espíritu. Junto a esto, mencioné que lo que nos une es el Evangelio. Pero... ¿qué es el Evangelio? "Evangelio" significa "Buena Nueva" o "Buena Noticia", y como definían los primeros evangélicos luteranos en Augsburgo, entre los miembros de la Iglesia se ha de predicar genuinamente el Evangelio para ser Iglesia. Pero... ¿cuál es esa Buena Noticia?

La Noticia que se ha de predicar puede contarse desde distintas perspectivas, fortaleciéndose con cada una de las ilustraciones que presentaré, pero en términos simples y conforme a la postulación que hice en la 1° entrada, la Buena Noticia sería que en Jesucristo (el Hijo de Dios) se revela Dios y que es nuestro redentor personal. Muchos evangélicos podemos concordar que el Evangelio se resume en las palabras de Cristo según Juan 3:16:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
O en Lc.4:18-19:
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.
Y también en Jn.10:10:
...yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
O bien las palabras de Pablo en Romanos 5:10-11:
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
O en Romanos 10:9:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Juan el bautista habla, según los cuatro evangelistas bíblicos, del perdón de los pecados, de la confesión y el arrepentimiento, reconociendo a Jesús de Nazaret como el que viene a darnos su Espíritu Santo (Mt.3:1-12; Mc.1:1-8; Lc.3:1-9,15-17; Jn.1:26-34). Conforme a los tres evangelios sinópticos, Jesús y sus discípulos predicaban el arrepentimiento y que "el Reino de los cielos se ha acercado" (Mt.4:17,10:7; Mc.1:15; Lc.9:2). Y del primer gran discurso de Pedro en Pentecostés (Hch.2:14-42) he de destacar que "todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (v.21) y que "a este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos"(v.32). Al percatar el pueblo que asesinaron al enviado de Dios, Pedro les dice: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." (v.38).

La Iglesia somos los que reconocemos nuestra condición pecadora, pero que principalmente reconocemos el gran amor incondicional que Dios nos tiene, reconciliados con Él. Dios, a pesar de que este mundo no se rige conforme a Su voluntad, vino a nuestro encuentro y quita aquello que nos separa al darnos Su Espíritu. Nos asegura que el pecado y la muerte no tienen la última palabra. La Iglesia somos personas tocadas por este Evangelio y que sentimos la presencia del Espíritu Santo. Los que hacemos propia la esperanza de vivir juntos el Reino de los Cielos, que se basa en esa Vida que nos mostró Jesús. En su vida, al asumir nuestra muerte y al vencerla resucitando, nace la esperanza de comunión plena con Dios y los hermanos. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cómo debería ser la vida? ¿Cómo es Dios? ¡Mira a Jesucristo y tendrás la respuesta! La Iglesia nace de este mensaje, asumiendo la muerte que está en ella, pero para vivir una nueva vida: la vida conforme al Espíritu de Dios. ¡Somos libres para vivir unidos a Él y conforme a Su amor! Una liberación que no queda encerrada en nosotros, sino que al igual que los primeros discípulos, hemos de confesarla y predicarla. Eso es lo que nos hace Iglesia, pues el Espíritu de Dios actúa a través del mensaje evangélico.

¡Oh Dios, que nos amas inmensamente y te revelas a nosotros en Jesús, pon en nuestro corazón tu esperanza, para que vivamos juntos conforme a tu Santo Espíritu! Amén.

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