miércoles, 30 de abril de 2014

2° La Iglesia es pecadora...


Antes de avanzar con las preguntas dejadas en la entrada anterior, y seguir profundizando en qué es lo nos hace Iglesia, quiero reflexionar acerca de la realidad en la que vivimos, de la condición en la que vivimos. No quiero hacer ningún juicio ni tildar cosas de "buenas" o "malas", pues son palabras demasiado relativas y manoseadas. Pido que consideren aquello e intenten no sacar conclusiones apresuradas de lo que escriba.

Diría que todos consideramos que el mundo no es justo o que la vida no es justa, o que no es como debería ser. Si es como debería ser, al menos la sociedad no está contenta o sueña con un mundo distinto. ¿Cómo debería ser el mundo o la vida? Aquí entro recién a trabajar el concepto de Aquello o Aquél que llamamos "Dios", tan cuestionado en la sociedad de hoy. Aquél sí que es completamente indefinible e incomprobable. Tampoco intentaré profundizar mucho en el concepto de Dios en esta serie de entradas, pues se escapa del tema. Pero dentro de otras cosas, Dios es esa Vida que añoramos, es Aquél del cual proceden todas las cosas y para el cual son todas las cosas (1Cor. 8:5-6). Pero éste es un Ser supremo que está antes, por encima y que trasciende nuestras ideas de Él, nuestros sueños e ideales. Es la Verdad que está encima de todas nuestras verdades. Y el mundo que añoramos es el Reino de Dios, o sea el que se rige conforme a ese ideal supremo, aquella voluntad de Dios. Es bastante aceptado el decir que la esencia de aquella Vida es la comunión y el amor (1Juan 4:7-8).

La cosa es que la realidad no pareciera regirse por ese Reino, ni Dios pareciera vivir junto a nosotros. Aquí entro recién a trabajar el concepto de pecado... palabra tan incómoda para muchos y que suele ser usada por muchos religiosos para condenar. Muchos la evaden porque se ha abusado de ella, pero la solución no es omitirla, sino darle nuevamente el sentido que merece, al igual que con muchos otros conceptos bíblicos distorsionados que solemos creer que entendemos sin cuestionarnos. Igual debemos ser conscientes de que si bien la Biblia habla mucho del pecado, nunca lo define de forma explícita ni exacta, sino que la tradición cristiana lo ha intentado hacer a través de la filosofía o la antropología, habiendo distintas concepciones. La Biblia misma muestra distintas concepciones de lo que es el pecado. Aquí yo plasmo la idea que yo me he formado, influenciada principalmente por la concepción luterana de pecado (basada a su vez en la agustiniana), aunque no me parece necesario que todos tengamos la misma idea del pecado. Lo que sí me parece necesario y bíblico, es que entendamos que todos somos pecadores, como también señalo más adelante.

El pecado es la distancia entre Dios y nosotros, es una muralla entre uno y Dios, y por ende también entre uno y el resto. El pecado es la condición actual de la humanidad y de todo lo que vemos, simplemente porque es distinta a la justicia y vida que añoramos del Reino de Dios. Si no fuéramos pecadores, significaría que el Reino de Dios ya está plena y concretamente instaurado. El pecado no es un estado del que vamos y venimos según nuestras obras, ni somos pecadores porque pecamos. Nuestra condición natural es la de pecador, y pecamos porque somos pecadores. Y la iglesia está conformada por nosotros, así que la Iglesia es pecadora y aunque haya recibido el Espíritu de Dios y sea salva, sigue estando formada por personas que lo seguirán siendo. No por esto somos necesariamente "malos", pues al igual que todo, procedemos de Dios (Is.45:7; Rom.8:20). Si Dios es justo, el pecador es injusto. Si Dios es vida, el pecado es muerte (Rom.6:23; Gen.2:17). Y el vivir en esa muerte, y no en la vida de Dios, frustra y lleva a la ira, la ira de Dios bajo la que seguimos en muerte (que también podría llamarse infierno, aunque no simpatizo con la idea tradicional del infierno ni veo suficiente sustento de ello en la Biblia, pero es un tema que no tocaré acá).

Por esto es que encuentro importantísimo rescatar el concepto de pecado, porque para ser cristianos, Iglesia genuina y vivir efectivamente el Reino de los Cielos, para reconocer a Dios y aceptar su salvación, primero debemos aceptar que somos pecadores y que necesitamos de Dios. Y aquí es relevante no darle medida al pecado ni estratificar a los pecadores, pues si Dios es infinito, todos estamos infinitamente alejados de Él (Stgo.2:9-11; Rom.2:11-12,5:12; 1Jn.1:8; Sal.51:5, 53:1-3; Jn.8:7; Job 9:2-3, 25:4-6).

En fin... el primer paso es la humildad y reconocer lo que somos. Somos humanos, no somos dioses. Dependemos de Dios, no somos independientes. Vivimos llenos de pecado, y no conforme a la vida o ley de Dios. Toda transgresión a Dios es esencialmente orgullo que no quiere reconocer esto, y en vez de humano busca ser superhumano o tomar el lugar de Dios (Gen.3:5; 2Tes.2:3-4).

... ¿¡Pero por qué tan serio? ¡Ya viene lo bueno en la siguiente entrada!
Bendiciones.

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